Reseñas tardías: Gomorra
roberto saviano
Juan Rodríguez Pira
El Espectador, 2012
Imagen: copia de la edición impresa del periódico
Al leer Gomorra es imposible no pensar en la mafia colombiana. Ver una descripción global de la mafia napolitana le hace recordar a uno lo que sabe y ha visto de la mafia colombiana, lo motiva a compararlas y buscar cruces; uno piensa después si hay ejemplos parecidos en el mercado editorial colombiano y empieza a preguntarse.
Gomorra ha sido un éxito de ventas desde su publicación. Ya lo han traducido a 52 idiomas, vendió más de dos millones de copias en Italia y diez millones fuera de ella.
Editar y publicar Gomorra es un buen negocio por varias razones. Da una visión completa de los alcances mafia; es fácil de leer, está profusamente documentado y sabe mantener la atención. Se disfruta porque hay nombres propios, negocios y lugares explícitos que se van uniendo por las redes del negocio. El lector siente que sabe más de la mafia napolitana al terminar el libro.
Saviano sostiene una tesis interesante: la mafia existe y progresa gracias a la economía de mercado. Los negocios de la Camorra no son ghettos del capitalismo sino precisamente sus motores; la mafia no sólo repite los mecanismos de esta economía, sino que se aprovecha de ellos.
Leyendo conocemos los recovecos del negocio: qué y cómo se produce, por cuántas manos pasa, cuánta plata se mueve y quién recibe cuánto; conocemos a los trabajadores de cada ramo, cómo viven y se comportan. Ahí están los sicarios que oyen música romanticona, los mensajeros que sueñan con tumbas imponentes y los corredores de bolsa que comercian con residuos tóxicos. La Camorra controla negocios asociados a varias mafias, como el narcotráfico y el contrabando de armas, pero también la construcción, las basuras, las maquilas que explotan indocumentados y algunos talleres de alta costura. Sobra decir que tiene mucho poder en la política, la justicia y el control territorial.
Abundan los paralelos entre la mafia napolitana y la colombiana: la influencia de los medios de comunicación y las películas; sus hábitos de consumo y sus comportamientos; su forma de matar y lo que allí comunican; su poder en la economía formal; sus ajustes de cuentas, sus leyes internas y sus tentáculos.
Es inevitable comparar porque uno como colombiano, queriéndolo o no, ha oído mucho sobre la mafia colombiana. Uno cree que no hace falta ser investigador para pontificar y opinar.
Pero eso es lo que uno cree. O lo que yo creo. Yo ignoro mucho sobre la mafia colombiana; si me piden que describa su injerencia sólo se me ocurren generalizaciones. No estoy bien documentado. Seguramente un estudiante de ciencia política o un periodista sabe qué leer o dónde buscar; pero no un ciudadano de a pie como yo.
Y no sé dónde buscar porque no conozco libros como Gomorra sobre Colombia; no conozco libros generalizadores que se dejen leer fácil y se vendan en cada esquina.
Nuestra ficción sí explora las repercusiones del narcotráfico. No está obligada, en lo más mínimo, pero a muchos les interesa saber o tocar el tema. Los libros venden bien y los programas de televisión tienen buen rating; es un buen negocio y hay público.
Ahora bien, si el tema nos interesa tanto en la ficción, ¿por qué no hay un libro como Gomorra en Colombia? Me refiero a un libro, como ya dije, que dé una versión global de los alcances de la mafia, con nombres propios y números y negocios; un libro para el gran público que presente y explique. O mejor dicho, ¿por qué no conozco tal libro?
Gomorra vende bien. Pensando como vendedor, un libro que haga lo mismo con Colombia sería muy rentable; la editorial puede aprovechar la fama de Colombia y venderlo bien por fuera. ¿A quién no le gustaría un libro totalizador sobre la presencia del narcotráfico colombiano en política, justicia, negocios, crimen, arte, medios, vida cotidiana y conflicto? Sería un éxito de ventas posiblemente superior a los libros de secuestrados, las biografías de mafiosos o las memorias de los entregados. ¡Imagínese! Se piratearía más que la Frutoterapia y estaría en cada semáforo.
Y repito: ¿por qué no conozco un libro parecido?, ¿por qué no he visto ese best-seller en una librería de centro comercial? He ponderado varias respuestas y prefiero pensar que no lo he visto por simple ignorancia. Las demás respuestas son perturbadoras: De pronto nadie lo ha querido escribir; o de pronto alguien sí quiso, pero no pudo o no lo dejaron; o de pronto sí lo alcanzó a escribir, pero no se lo editaron; o de pronto sí se lo editaron, pero no lo dejaron distribuir o lo destruyeron; o de pronto sí lo distribuyeron, pero sólo unos pocos se enteraron; o de pronto sí lo editaron con actitud de best-seller, pero ninguna librería lo quiso vender; o de pronto sí llegó a las librerías, pero nadie lo quiso comprar ni leer; o de pronto sí lo leímos y preferimos olvidarlo.